
I
Saldré fugaz de mi acuario y sufriré este réquiem sin oídos.
En el puro resplandor de las palabras y de la rosa
encuentro la manera de gritar
algo que nunca fue gritado.
¿Qué sienten tus azules labios
al contacto de la soledad?
¿Sientes la fría brisa, de la solación
rozando tu piel de porcelana?
¿Tus lágrimas en delicada decadencia
cargan algún peso que las hace caer?
Dulce y bella princesa de oro, espléndidamente
hecha de los pétalos de un jazmín
¿hay acaso entre tu rocío
la calidez de mi mirada olvidada?
II
Volátil grito el de la nada frente a esta multitud de seres
y yo fui la única que escuché su imploro
y desesperanza.
La acogí en mi amoratado corazón
para que repare las partes rotas de mi alma apenada.
Resquebrajada por las tragedias
que corrompen su soledad inmaculada.
Y la nada y lo vacío me enseñaron
a mirar el mundo con ojos sedientos
ver a las bestias y notar que en sus miradas
había también otras nadas escondidas.
III
No quiero hablar
de amores
ni de cielos
ni de infiernos
ni de nada
que ponga mi sangre en juego.
Ni de nada que envenene el alma.
Prefiero embriagar mis ojos y mi hablar
en las dulces curvas coloridas de mi pincel.
En el imparable son de mi corazón cuando
escucha el crepitar del libro que se abre.
Porque no tengo
Ni las botas
Ni el futuro
Ni las esperanzas limpias
Pero tengo mis cuadernos cerca para cuando
Llegue la hora de sucumbir.